Con la satisfacción en el rostro tras el acto conmemorativo de la batalla, nos dispusimos a relajarnos un rato y a comer. Pero la combinación de la lana de nuestros uniformes y el calor que no daba tregua, nos dividieron entre los quienes fueron al comedor y quienes fueron buscando el fresco.
Bueno, si. Hay muchas formas de tomar el freso. Hasta la estanque del centro del pueblo se nos antojaba un buen lugar. Y creo que si no fuese por lo que cuesta volverse a poner las polainas, nos habríamos refrescado los pinreles.
La tarde comenzó con una producción de cartuchos de forma coordinada, mientras otra parte de la compañía practicaba algo de instrucción. Pero el calor y la falta de sombra nos produjeron nuestras primeras bajas. Nuestro joven tambor, a quien le tenemos que buscar un tambor más acorde con su tamaño, causaría baja. Pero a cambio ganaríamos un muy necesario aguador. Y así entre no te muevas mucho que me quitas la sombra y beber mucha agua, el tiempo se nos echo encima.
Aquí fue cuando nos dimos cuenta de que había que cargar el cañón para llevarlo hasta el otro lado del pueblo a la posición donde debería ser emplazado (aproximadamente a 1,5 km). Afortunadamente contábamos con el remolque. Y así la artillería partió al frente, mientras el resto volvíamos a ajustarnos las casacas rojas bajo el asfixiante calor. Cargados de pólvora y agua, en formación bajamos a la salida del campamento para unirnos a la columna aliada. Royal marines, 79th, 42nd, 86th… Y creo que es una de las pocas veces que habré echado de menos gaiteros escoceses acompañándonos.
Tras unos breves momento para componer bien la columna, partimos bajo el ardiente sol hacia el campo de batalla. Aunque por el camino vimos a varios compañeros recuperándose del los golpes de calor, llegamos todos hasta el campo, acordándonos de la ovejas de las que habíamos sacado la lana de nuestras guerreras. Sudorosos, sedientos, sorteando rastrojos y pinchos entramos en el campo de batalla, dispuestos a desalojar al francés. Nuestro mando ejecutaba ordenes de forma diligente, que nuestro teniente y nuestro sargento nos hacían ejecutar con rapidez y eficacia. Descargas conjuntas o por secciones, avances en línea, defensas de la posición, todas las ordenes claramente lazadas y todas acatadas. Dudo que el mando pudiera estar más satisfecho.
Los cañones de los fusiles comenzaban a arder cuando alcanzamos la mitad del campo . Ahí fue cuando pude ver parte de le estrategia de la batalla, al ver al 95th de rifles, avanzar desde el bosque acosando el flanco francés. Cerca nuestro los Royal Marines mantenían una buena disciplina de fuego.
Pero el bando francés no lo ponía fácil, haciendo un buen trabajo en sus combinaciones de fuego y cargas a bayoneta.
Poco a poco, los arrinconamos contra su área en donde montaron una rápida defensa que le permitió retirarse de forma ordenada. Retirados los franceses, agobiados por el calor, nos volvimos al campamento, previo paso por algunas tabernas. Con el calor aflojando varios de nosotros nos volvimos a merendero de Rosa, en donde estuvimos bastante tiempo a gusto. El día termino con la tarea pendiente de limpiar los fusiles. Pero necesitábamos descansar, ya que al día siguiente volveríamos a luchar contra el Enemí.