Tras ser canceladas las maniobras grupales de la batalla de Waterloo por la mañana a causa del exceso de calor, nuestro coronel y nuestro capitán de navío nos propusieron hacer la instrucción básica para estar coordinados en el momento de la batalla al menos entre nosotros. Si bien todos éramos ya gente que había participado en más eventos napoleónicos, es igual de cierto que teníamos que aprender a ir coordinados bajo las ordenes de quienes ejercían el mando de nuestra unidad. Fue una buena instrucción que nos serviría bien en la batalla. Salvo el cuadro defensivo, que al ser pocos, no podíamos forma uno de forma efectiva.
El sábado a la tarde, los sonidos de tambores, pífanos y gaitas nos convocaron a formar la columna hacia la batalla. Tropas inglesas, escocesas, holandesas, prusianas, cañones de diferentes calibres y caballería fuimos formado una larga hilera a las afueras del campamento en Hougoumont Aunque se atrasó la hora de la batalla por el mismo problema del calor, este seguía apretando haciendo que sudásemos como pollos debajo de nuestra equipo. Así comenzamos la marcha hasta el campo de batalla, acalorados y bebiendo agua no solo de nuestras cantimploras sino en los haversack . Y aunque la organización se preocupo mucho para que no nos faltase agua, las consecuencias del calor se fueron notando en soldados recuperando el aliento a lo largo del camino hacia el trigal.

Por fin fuimos desplegados en la línea de batalla, en medio de dos formaciones de infantería británica. Antes de eso, tuvimos que ayudar a mover cañón más grande que teníamos porque se había quedado atascada en medio del trigal, impidiendo avanzar al tren de artillería. Una situación que nos metió mucho en el papel.
Tras recuperar la formación, comenzó el despliegue francés. Fue algo espectacular. Primero unos pocos efectivos de caballería recorriendo lo que sería la línea francesa constantemente. Casi sin percibirlo, las dotaciones de los cañones se fueron colocando en sus piezas y por fin, la cabeza de la columna de infantería comenzó a asomarse, sin prisa al son de los tambores por lo alto de la colina en Waterloo. A medida que avanzaba, nos preguntábamos si esa columna tenía fin.
Poco a poco, esa columna fue desgranándose llevando a las unidades francesas a sus respectivas posiciones. A mitad del despliegue francés, nuestros mandos nos reclamaron orden en las filas.
Fue entonces cuando las tropas ligeras, nuestros rifles y los de los aliados, entraron en acción realizando disparos en binomios, disparando a lo oficiales en los cuadros, a correos, granaderos etc.
Ahí, en ese momento, mi visión global de campo de batalla desapareció metido en las filas de nuestra unidad. Y aunque sacábamos la cabeza para ver que estaba pasando, mi visión hacia los lados se perdió entre pompones, shakos y sombreros

Sin haberme percatado, absorto en los movimientos de los ligeros, varias formaciones francesas habían comenzado a avanzar. Y sin previo aviso, el estruendo de nuestros cañones a nuestras espaldas realizando sus descargas de forma secuencial nos sacó de nuestro relax.
Nuestros mandos repasaron nuestra línea y el sargento comenzó a gritar las ordenes dadas por el coronel. Detrás nuestro, los tenientes de navío y el tambor, apoyaban esas ordenes. Las gaitas comenzaron a sonar en el flanco izquierdo. Y entonces, avanzamos.