Avanzamos por el trigal de Waterloo, notando la resistencia del trigo en nuestras rodillas. Al principio solo unos pocos metros. Las unidades francesas que habían avanzado, hicieron retroceder a nuestras tropas ligeras. Y entonces abrieron fuego.
Nuestro avance se detuvo y fue entonces cuando recibimos por primera vez la orden de Prime and load!. A partir de ese momento los recuerdos de toda la batalla se difuminan. Resuenan en mi cabeza las ordenes continuas de recargar y disparar, hasta el punto de tener los cañones de las armas ardiendo, blancas por los restos de pólvora. Pero el ritmo no decaía, otra ronda de disparos, recargar. Avanzar unos pocos metros, cargar, disparar y recargar. Los cañones seguían rugiendo a nuestras espaldas, pero ya la honda expansiva de los disparos era menor. Sin darme apenas cuenta nos habíamos alejado de nuestra posición inicial.
Nuestro avance era lento, pero con decisión. Está secuencia solo se veía alterada por las ordenes de Rally Square! cuando la caballería francesa se lanzaba a la carga haciendo pasando cerca de nosotros, formados en circulo con los colores, el tambor y los oficiales en el interior.
La llegada de nuestra caballería a apoyarnos en la batalla redujo la frecuencia de estás cargas pero, la verdad, que mi cabeza solo estaba en recargar a tiempo para seguir con disciplina de cadencia de la unidad. Antes de darnos cuenta, habíamos sobre pasado la línea de artillería enemiga y teníamos rodeados al francés.

En nuestra unidad, los cartuchos empezaban a escasear si bien conseguimos seguir todos con la cadencia de fuego, gracias a los oficiales desde la parte de atrás solicitándonos algún cartucho para compartir. Y eso que ellos mismos habían cargado con más cargas extra para reponer nuestras cartucheras. Aquellos a los que nuestro fusil había fallado y/o que habíamos tenido que cambiar de piedra en medio del combate, nos sacaban los cartuchos para repartirlos.
La Vieja Guardia había formado el cuadro, el último cuadro de resistencia, y asaltamos al cuerpo a cuerpo después de un par de descargas, las últimas que hicimos ese día.
La carga no fue espectacular, ni ordenada. Supongo que el público lo vería con otros ojos. Pero desde dentro ves las caras sonrientes de las personas, como se dicen bromas entre ellos o sobreactúan ocultas sus acciones por la multitud. Y parece que no, pero es una muy buena parte en la que ves que todo el mundo ha disfrutado de lo que hemos hecho entre todos.
Después de la batalla, volvimos al campamento de Hougoumont, en columna, pero esta vez sin seguir la formación, sin el tambor ni el sonido de las gaitas. Cansados, sedientos, sucios pero contentos y contándonos emocionados lo que nos había parecido la batalla. Al día siguiente, volveríamos a asaltar la misma colina en Waterloo.