Trece de mayo del año de nuestro señor del dos mil veintitrés. La bandera tricolor francesa ondea burlona y retadora sobre el portón de la ciudadela. Pero hasta allí nos desplazamos la gente de Lezo para participar en el asalto de Jaca a las ordenes del General Espoz y Mina. Contra esos franceses a pólvora y camaradería.

Como batallón de Infantería de Marina y con unos muy buenos refuerzos de la Gesta arribamos el viernes y mientras un destacamento plantó el campamento en la zona que la organización nos había asignado otro comenzaría la titánica labor de coser botones a un montón de prendas a las que les faltaban los mismos. Nadie de Lezo iría mal vestido.
Y mientras el resto del batallón terminaba de llegar, surgió de la primera de las anécdotas que marcarían el fin de semana a un infante. En vez de su reglamentario fusil de chispa, se trajo el prototipo de un nuevo fusil, un M1 Garand. Sin duda, íbamos a ganar esta contienda.
La noche nos llevo a todos al catre y al día siguiente tras un buen desayuno, nos juntamos prontito a la mañana para ser abastecidos de una forma reglamentaría de la pólvora que emplearíamos ese día. Lo cual implicaba hacer cartuchos a mansalva pues estábamos al final unos 16 combatientes entre fusileros y guerrilleros. Pero la maldición del fin de semana comenzó a mostrar su rostro. Los botones de las guerreras y de los chalecos gracias a la combinación de la presión de los correajes, el pulido interno de los propios botones y los movimientos bruscos hacían que estos saltasen a la mínima ocasión. Pero nada que la aguja e hilo no nos permitiera arreglar.

Hechos los cartuchos y mientras esperábamos que más botones se cayeran, el batallón comenzó a ejecutar los movimientos de instrucción mientras que un pequeño destacamento realizaba la guardia de los estandartes, la dotación del cañón realizaba su magia con el mismo y oficiales asistían al plan de batalla del asalto a Jaca para ver la forma en la que se sacarían a los franceses de la ciudad.
Después de comer la tensión se empezaba a notar y en el aire se olía la proximidad de la batalla. Nos equipamos de punta en blanco. Cartucheras llenas, agua rebosante en los pellejos y en las botellas de esas ángeles llamadas aguadoras. Todos los botones en las guerreras. Partimos a liberar Jaca. Por Fernando!